lunes, 14 de junio de 2010

El Accidente


Episodio 8: El Accidente



La ambulancia llegó rápidamente al sanatorio. Manolito se dirigió con celeridad a buscar al jefe de la guardia médica, mientras que Barby preparaba a Isaac para la reanimación con choque de eléctrico de corriente continua. Merino no podía morir, su héroe no merecía morir así, la única persona que creyó en ella estaba al filo de caer para siempre en las profundidades del abismo.
Manolito no encontró al jefe de la guardia, y fue por el único doctor que se hallaba disponible en ese momento. Pero el galeno parece no estar demasiado contento de que lo hayan llamado.
— ¿Pa’ esto me haces levantarme de mi siesta? ¿Para un colgao que le ha dado un infarto?
— Doctor Galindo, no es cualquier persona. Es el doctor Isaac. Y para eso le pagan, después de todo.

Una maliciosa sonrisa se dibujó en el rostro del cirujano novato Galindo. Gracias a sus contactos, lo sabía todo de todos sus “enemigos”, entre ellos, Isaac Merino. Sabía perfectamente el estado de su débil corazón. Sabía que necesitaba un marcapasos con urgencia mortal. Sabía que Merino no quería depender de uno… pero sobre todo, sabía que en las operaciones a corazón abierto sucedían “accidentes”. Una vez en la sala de urgencias, sin siquiera echar una mirada al paciente, Galindo ordenó a Bárbara, con un dejo de desprecio en la voz:

— El paciente tiene un corazón muy débil, confirmadlo en su historial. Me llevo al vejestorio al quirófano nº4, que es el que está disponible ahora. Voy a ponerle un marcapasos.
— Un momento, Galindo. Sabes lo que piensa Isaac de…
— Eh, eh, enfermerita. Callaita estás más guapa. A Merino se le instalará un marcapasos, te guste a ti o no. ¿Queda claro, niñatilla? ¿O prefieres que hable con el doctor Fuentes de tu impertinencia? No creo que tenga problemas de mandarte a la puta calle, a comer basura y a vivir debajo de un puente como has estado toda tu vida.

En el bello rostro de Bárbara se dibujó una mueca parecida al odio, mientras le lanzó una fulminante mirada.
— Lo siento doctor Galindo, no volverá a suceder.
— Así me gusta. Avisa que preparen el quirófano, llévate al vejestorio y tenlo preparadito, que lo voy a rajar.

La corrupta mente de Galindo comenzó a maquinar. ¡Todo preparado…! ¡Al fin iba a quitarse de encima a Merino! Todo sería visto como un problema de Manolito. Había llegado demasiado tarde, y ya no se podía hacer nada. La verdad estaría oculta por un suave velo… la muerte sería en el quirófano… y con un marcapasos en su corazón.

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